Prueba de largo plazo
VW Jetta Clásico TDI
Amistad a largo plazo
180 días con el Jetta Clásico nos hicieron parte de su familia. O a él de la nuestra.
La convivencia diaria no es fácil. Que lo digan los matrimonios que duran menos que los noviazgos. En nuestro caso, empero, seis meses con el Jetta TDI (al menos este nombre tenía cuando comenzamos la prueba) nos hicieron quererlo como nunca habíamos pensado.
Nuestra historia personal con el Jetta Clásico no tuvo el mejor inicio. Porque cuando el auto llegó como su cuarta generación, conocida interna y externamente como A4 (VW México siempre tuvo problemas con los nombres y recordar a un Audi con esa nomenclatura es otro ejemplo), admirábamos su forma y su bien terminado interior. Pero criticábamos su motor, a nuestro juicio antiguo, al igual que su precio, a nuestra visión, elevado.
Arrogancia por osmosis
Es que los periodistas automotrices somos bichos raros. Porque la gente, a quien realmente le importa y para quien están hechos todos los productos, abrazó al Jetta como nunca. Lo transformó en objeto del deseo. Los Jetta se multiplicaban como cucarachas por las calles. Entre todos los “periodistas especializados”, nos preguntábamos: “¿Por qué lo compran si hay productos mejores y hasta más baratos en el mercado?”. Para empeorar la situación el Jetta , como el “coche del momento”, era conducido por jóvenes impetuosos, muchos de ellos no demostraban exactamente sencillez o humildad en su apariencia o forma de manejar. Ellos transmitían su personalidad al Jetta. Y éste, en consecuencia, aparecía ante nuestros ojos como engreído, odioso y arrogante.
En ese momento, muchos vestimos la camiseta de los “anti-Jetta”. Cualquier argumento en contra, era válido y aplaudido. “La suspensión trasera ni siquiera es independiente”, decían unos, ante aplausos de todos nuestros colegas de gremio. “El motor es viejo y raquítico”, complementaban otros, entre ovaciones. Para empeorar todo, la campaña publicitaria del Jetta recordaba que “todos tienen un Jetta, al menos en la cabeza”. Y la odiábamos tanto cuanto al auto. Máxime, porque tenía toda la razón. Fuera para amarlo u odiarlo, todos teníamos un Jetta en la cabeza.
La presentación
Claro que todos los críticos del Jetta, al menos los que somos parte de este pequeño mundo de los periodistas dedicados a los autos, ya lo habíamos manejado. Todos lo tuvimos por al menos una semana. Esto se repitió en muchas ocasiones, con distintas versiones del Jetta, que tuvo durante su vida más variables que un partido de ajedrez entre Kárpov y Kaspárov. Pero ninguno, o muy pocos, tuvieron un Jetta durante más tiempo.
Hasta que Volkswagen nos habló para ofrecernos esta prueba de larga duración, a principios de este año.
La relación con el Jetta ya no era la misma de amor-odio. Ya estaba el Bora en el mercado, que en la práctica era el sucesor del Jetta. De alguna manera, todos habíamos obtenido nuestra victoria con relación al auto. Nosotros, los críticos, porque VW tuvo que cambiar completamente el coche, haciéndolo distinto, mayor, con mejor motor. Volkswagen, empero, rio más fuerte y por último, porque la gente siguió comprando el Jetta.
Cuando lo recibimos, la sensación que nos dejó fue la de que un día, en una fiesta a la que no pensabas realmente ir, te sentaron al lado del sangrón que detestaste por tanto tiempo.
Había dos actitudes posibles: rechazar el encuentro y regresar amargado a tu casa, o ver cómo se comportaría el antipático en esa convivencia casi forzada.
Hoy, medio año más tarde, nos alegra mucho haber decidido quedarnos en la fiesta.
Vuelta en “U” sentimental
El Jetta que nos llegó ya no tenía la misma cara que antes, fruto de una pequeña cirugía plástica que se hizo hace un año, para verse más joven. Tampoco tenía el criticado motor de gasolina con 115 “insuficientes” caballos de fuerza.
Venía en traje de gala. Con asientos forrados de piel; con quemacocos; sistema de sonido con Bluetooth y rines de aluminio. El que se hubiera esforzado por complacernos, de alguna manera cambió nuestra actitud hacia él.
Poco a poco, nos fue enganchando, atrayendo, arrastrando a su círculo de simpatía. Se mostraba divertido con su motor turbo diesel de 100 (más que suficientes) caballos de fuerza, compensados por el compresor y las 233 libras-pie de torque. Su madurez ya le había quitado la capacidad de atraer las miradas a su paso y en estos tiempos de violencia urbana, lo percibimos como una bendición.
A cada vez que lo teníamos que llevar a “tomar algo”, se mostraba educadamente económico. En promedio rodaba 12 kilómetros con cada litro de diesel, aunque llegó a caminar hasta 15 kilómetros con un litro en una ocasión.
Siempre estuvo dispuesto a llevarnos con gracia y prontitud a nuestro destino. Entendía que la música que nos gusta está en nuestro celular y se dispuso a reproducirla fielmente cada vez que entrábamos en el auto.
Cuando la emoción o la prisa nos ganó, se apuntó a ayudar, rebasando sin piedad a los lentos, entrando con precisión en las curvas y deteniéndose determinadamente en las frenadas. Todo sin perder la compostura ni el confort.
El adiós
Ahora, luego de 180 días, el Jetta (el mismo que su mamá, VW, insiste en decirle nada más Clásico) volverá a su casa en Puebla.
Debemos confesar que no será fácil dejarlo ir. Porque se transformó en un entrañable amigo. Tuvimos una enorme cantidad de buenos momentos juntos. Pero más que nada nosotros aprendimos con el Jetta. Primero, nos enseñó a ser más tolerantes y a no ir con la primera imagen de alguien, sin darle la oportunidad de mostrarse a sí mismo. Luego, nos presentó algo que muchos ya sabían, pero que nuestra propia arrogancia no nos dejaba ver: que el pueblo siempre tiene la razón. Los sangrones -apenas hoy nos damos cuenta- no eran los juveniles imberbes que conducían el auto que fue, por mucho tiempo, el más cercano al de sus sueños, sino nosotros.
Ahora lo único que consuela es que el Jetta se va, pero no se va realmente. Basta con animarse que estará ahí, en algún distribuidor de la marca, esperándonos de brazos abiertos, listo para enseñarnos, aquí y allá, una que otra pequeña lección. Y esto, sólo los buenos amigos son capaces de hacerlo, al menos con simpatía y sin alarde.
El lado brillanteTerminados; motor diesel enjundioso y económico; conducción precisa y cómoda.
El lado oscuro
Espacio trasero algo reducido; diseño muy visto; precio de la versión TDI; que no exista un TDI con cambio automático.
Ficha técnica
Volkswagen Jetta TDI
Motor: Frontal transversal; cuatro cilindros en línea; 1.9 litros de desplazamiento; Turbo-Diesel; 8 válvulas; con inyección de combustible directa. Potencia: 100 cv @ 5,000 rpm / Torque: 172 libras-pie @ 1,800 rpm.
Tracción: Delantera.
Transmisión: Manual de cinco velocidades (5+R).
Suspensión: Delantera – Independiente, de tipo McPherson, con resortes helicoidales y barra estabilizadora. Trasera – De eje autoportante, con barra estabilizadora.
Frenos: De discos ventilados adelante y de discos sólidos atrás, con sistema antibloqueo (ABS).
Dirección: De piñón y cremallera, con asistencia hidráulica.
Dimensiones y capacidades en milímetros:
Largo / Ancho / Alto
4,402 / 1,735 / 1,438
Distancia entre ejes: 2,513 mm.
Peso: 1,378 kilogramos.
Tanque- 55 litros.
Cajuela- 455 litros.
Precio: 256,335 pesos
Resultados de la prueba realizada en el Autódromo Guadalajara:
Aceleración de 0 a 100 km/h: en 11.28 segundos
Frenado de 100 km/h a cero: en 40 metros
Cuarto de milla: 18.36 segundos a 118 km/h
Velocidad máxima observada: 190 km/h
Comentarios
Saludos!