Novedad
Fiat Freemont
Invasora mexicana
Por: Sergio Oliveira/ Recife, Brasil
Fiat finalmente tiene una SUV con su nombre. Y orgullosamente hecha en México.
Los mexicanos la van a reconocer de inmediato. Al cabo, ella es de por aquí, nacida y criada en Toluca. El detalle es que como siempre ha usado una ropa firmada por Dodge, ahora que está vestida con etiqueta italiana, puede que más de uno se confunda. Es, claro, la Freemont, la primera camioneta deportiva utilitaria bajo la marca Fiat.
Una primera mirada a la Freemont deja en claro que se trata de una Dodge Journey. Es la misma carrocería, con detalles como parrilla y fascia distintas. Por dentro, las similitudes son aún más obvias, dejando sólo la duda de qué hace el logotipo Fiat estampado en el conocido volante. Un poco más de convivencia, empero, para darnos cuenta de que las diferencias son un poco mayores de lo que parecen. El nuevo producto, fruto natural del matrimonio entre Fiat y Chrysler celebrado un poco a fueras en 2009, resulta tan agradable, que uno se pone a preguntar si no sería una alternativa también para México, donde se fabrica y desde donde se manda hacia Europa y Brasil, lugar donde aprovechamos el magnífico sol y calor de Recife, para conducirla durante unos días.
Producto global
Es imposible no pensar en la globalización de la economía cuando vemos la Freemont. Es que es una camioneta estadounidense, hecha en México, para mercados como el Viejo Continente y América del Sur.
Puede parecer que es una exageración de Fiat, una especie de obsesión por entrar a un mercado al cual, en principio, no pertenece. Un poco más de cuidado y vemos que no necesariamente es así.
Estéticamente, queda claro que Freemont y Journey son el mismo auto. Empero, mecánicamente no lo es. Y es ahí donde todo comienza a tener más sentido. Porque en lugar de usar el motor V6 de 3.6 litros de la Dodge, Fiat pone un más terrenal tren de poder de cuatro cilindros, con 2.4 litros y 172 caballos de fuerza. También dispensa la caja de cambios automática de seis velocidades, para poner una de costo más contenido, de sólo cuatro cambios.
Es verdad, no es exactamente una mecánica nueva ni reconocida por una gran relación entre potencia y economía de combustible, pero nos pareció que su funcionamiento resulta más suave y adecuado que en una Jeep Patriot, por ejemplo, de donde Fiat tomó “prestada” su fuerza motriz. Claro, mucho de esto tiene que ver con haberlo conducido al nivel del mar y no en la altitudes mayores de las ciudades mexicanas como Guadalajara, la capital del país o Toluca. En Recife, la Freemont sólo necesitó 13.4 segundos para llegar a los 100 km/h, un número que no para presumir, pero le da desenvoltura bastante para moverse en ciudad y en carretera.
Más allá de su poder, lo que nos pareció más correcto fue la puesta a punto de la suspensión, que la deja un poco más durita que la Journey, pero de todos modos con capacidad suficiente de absorber las imperfecciones del asfalto.
La dirección es firme y precisa en movimiento y los frenos muestran un tacto más esponjoso que el de otros vehículos similares, pero nada que nos transmita sensaciones de inseguridad.
Menos lujo, menos precio
Si pensó en la mecánica como una forma de ofrecer un producto más asequible a algunos mercados, como el brasileño, Fiat también hizo lo propio con el interior. La Freemont tiene dos versiones, una con dos y otra con tres filas de asientos. En ésta última, llamada Precision, los asientos son forrados de cuero, hay aire acondicionado digital; sistema de manos libres U-Connect con pantalla táctil a color; vidrios, seguros, cristales y asiento del piloto con accionamiento eléctrico; bolsas de aire frontales, laterales y de cortina; frenos de discos ventilados adelante y sólidos atrás; sistema ABS antibloqueo de frenos; asientos traseros abatibles; entrada sin llave; botón de encendido y un montón de portavasos y escondites para guardar objetos, entre otras amenidades. Lo único que podemos acordarnos que alguien pudiera pedir extra sería un quemacocos y, tal vez, un sistema de posicionamiento global, GPS.
Sin embargo, este equipo ligeramente inferior al de su “prima” Journey, implica un precio también más cómodo, de alrededor de 15 por ciento menos. La versión básica de la Freemont en Brasil sale por cerca de 82 mil reales, lo equivalente a unos 650 mil pesos. La Journey, en el país sudamericano, sólo se vende con el motor V6, por esto hace mucho sentido tener una, más cuando se sabe que la estructura de Fiat en Brasil es incluso mayor que la de Chrysler en México, ya que uno de cada cuatro coches comprados por los brasileños, es Fiat.
Lo demás, es lo que ya conocemos de esta buena SUV, que no por nada es líder de mercado en suelo mexicano, habiendo para esto logrado la nada fácil tarea de desbancar a la Honda CR-V de una posición que éste tuvo por muchos años.
Si la gente en Brasil podrá o no acostumbrarse a la idea de ver un vehículo Fiat de dimensiones consideradas extravagantes para la marca, esto sólo el tiempo lo va a decir. Pero que las condiciones del mercado, de sus calles tan imperfectas como las nuestras, de la sed de sus habitantes por comprar cada vez más automóviles (2011 debe terminar con el mercado brasileño consumiendo nada menos que 3.7 millones de vehículos nuevos), nos deja a creer que la Freemont tendrá un gran mercado por delante, no nos queda duda.
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