Una carrera de contrastes

Gran Premio de Mónaco 2013
Por: Mario Alberto Castillo Flores

Desde el primer ganador del Gran Premio de Mónaco, Juan Manuel Fangio, hasta Nico Rosberg, las calles del Principado han visto desfilar y desafiar a muchos pilotos de la talla de Ayrton Senna o Michael Schumacher. Montecarlo siempre ha presentado un trazado técnico y difícil, en donde cualquier giro de los monoplazas se encuentra inevitablemente con una barda, debido al incremento de proporciones conforme evolucionan los monoplazas; tampoco se puede ir lento y mucho menos frenar por completo. Incluso, una curva mal tomada en Loews, pisar la pintura del asfalto o la presencia de lluvia, suelen ser factores que conllevan a un desastre en pista y al espectáculo.
Esta carrera fue firmada por Nico Rosberg, quien ganó con merecimiento ese fin de semana, logrando la pole position y manteniendo la posición de privilegio de punta a punta con una buena estrategia en pits, que por fin benefició al alemán, ya que el equipo que comanda Ross Brawn (Mercedes) le ha dado la vuelta a la tortilla a aquella bochornosa orden para mantener a Nico por detrás de su compañero, Lewis Hamilton, en el GP de Malasia.
A pesar de que competir en Mónaco es como una carrera de bicicletas en la sala de la casa, este Gran Premio sacó a la luz algunas deficiencias que año con año hacen más difícil que se vuelva una carrera rica en datos e interesante para el público (de no ser por el brillo de su entorno, intereses, y el poder económico de la pequeña región, en medio de una Europa sumergida en estos momentos de crisis, quizá sería candidata a bajarse del barco de la Fórmula Uno).
En primer lugar, fue una carrera que se alargó por más de dos horas, muy accidentada, que terminó a escasos minutos del límite que marca el reglamento de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA); en general, las carreras duran una hora y 40 minutos. En segundo lugar, la entrada del Safety Car en un par de ocasiones, para limpiar el desorden del accidente de Felipe Massa (Ferrari), y más tarde el impacto entre los autos de Romain Grosjean (Lotus) y Daniel Ricciardo (Red Bull), en la curva de Saint Devote, fue diluida con pláticas de café, bostezos, y galletas, para quienes observaban la carrera desde las terrazas del Principado.

Y Checo los despertó


Fue tal la parsimonia en Mónaco, que las llantas tuvieron poco desgaste, en una pista noble con los criticados compuestos de Pirelli. Pero, quien quitó el aburrimiento fue Sergio Pérez (McLaren). El tapatío tuvo el descaro de rebasar por el interior de la chicana a su compañero de equipo, Jenson Button, que seguramente sigue soñando con el escaso hueco por el que Checo lo superó. Vueltas más tarde, en la misma chicana, Pérez subió el tono a ese rebase por dentro, pero sobre el F138 de Fernando Alonso (Ferrari), quien tuvo que cortar la curva para evitar un claro accidente.
Pero Checo volvió a la carga con Kimi Räikkönen (Lotus) en esa misma chicana. El finlandés nunca ha sido de fiar y su manejo es difícil de digerir. Checo probó la barrera de contención antes de que intentara escaparse por dentro de la curva a la izquierda.
Para el tapatío, este incidente derivó en que más tarde tuviera que abandonar por un sobrecalentamiento en los frenos posteriores. Sin embargo, con la cabeza fría, Checo debe saber que no todos los pilotos siempre le abrirán la puerta, y mucho menos si se trata de un “novato” que está apenas incursionando en los equipos de elite. Pero mucho peor, fue haberse expuesto en un callejón sin salida de apellido Räikkönen, a quien de paso, le echó a perder la suma de puntos que pretendía, y se mantiene en el segundo lugar del campeonato.
¿Hablar de un castigo para Checo? De ninguna manera. Los comisarios están para evaluar los incidentes en pista, y no son niñeras de los pilotos para decirles cómo conducir. Si la conducción agresiva de Checo llega a afectar a la parrilla, como lo sucedido con los choques consecutivos y de consecuencias graves de Romain Grosjean en 2012, entonces habrá sanciones.
Lo grave sería que Checo volviera a repetir este tipo de situaciones. Hay que recordar que el año pasado, a bordo del Sauber C31, hizo un magistral rebase sobre Lewis Hamilton, entonces con McLaren, en el GP de Japón. Fue perfecto, y Pérez avanzaba posiciones muy temprano en la carrera. Pero una vuelta más tarde, en el giro 20, el de Sauber fue superado por Hamilton, por lo que la respuesta de Pérez, en la misma curva y con la misma técnica, fue repetida. Hamilton, con su experiencia, hizo lo mismo que Raikkönen en Mónaco, y le cerró la puerta; Checo perdió el coche y se despistó.
Fue un momento vergonzoso para el tapatío, que recién presumía su fichaje con McLaren para este año, y transformó los aplausos en murmullos. En este año, Martin Whitmarsh, jefe de McLaren, ha declarado sentirse satisfecho y contento con el trabajo de Checo. Pero los puntos son los que cuentan en cada campeonato, y McLaren está viviendo su peor temporada, por lo que están urgidos de unidades, además de buenas actuaciones.
Pérez tiene el talento y el hambre de triunfo, eso está perfecto. Pero de no contener un poco sus emociones al volante, podría perder algo más que puntos, la concentración y caer en la desesperada lucha, como bien dijo Fernando Alonso, de pelear los puestos 11 ó 12 de la parrilla, fuera del reparto de puntos.
En Canadá vendrá la revancha para Pérez, en una pista que conoce a la perfección y en la que en 2012 ya pudo subirse al podio con Sauber, aunque en realidad no se espera un gran resultado. El tema es que se verá las caras de nuevo ante un círculo muy selecto como el de los cinco campeones del mundo que corren este año, a quienes ya desafió -con todo y que han llorado para conservar sus posiciones en carrera-, pero que tienen una opinión de peso, y ese peso no está a favor de Checo en estos momentos.

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